miércoles, 30 de enero de 2008

La transformación de la vida cotidiana


Solo somos tres jóvenes que soñamos con que la "tierra nueva y el cielo nuevo" son un proyecto posible. Vivimos en nuestro barrio, trabajamos como todos, tenemos hijos..., tenemos las mismas preocupaciones que la mayoría de la gente de nuestra edad y eso nos alegra. Llevamos una vida que cualquiera puede llevar, no hacemos nada raro, paseamos por la calle como cualquiera, tenemos que apretarnos el cinturón en ocasiones para llegar a fin de mes... Y entonces ¿donde está la gracia? Precisamente ahí, lo que es realmente nuestro sueño y también nuestra certeza, es saber que podemos transformar la vida cotidiana, que es mentira que para ser un cristiano de primera hay que estar en África, que es mentira que la oración es solo para los consagrados, que es mentira que los consagrados sean los que viven en los conventos, etc. Quizás una de las cosas que nos identifica como comunidad es esa transformación de la vida cotidiana. Queremos que nuestras vidas estén al servicio del Reino desde donde cada uno esté, y desde ahí transformar lo cotidiano, lo sencillo, lo que parece que no tiene valor. Creo que todos estamos llamados a que el amor sea nuestro sello de identidad, en nuestra relación de pareja, con nuestra familia, con los hijos, con los amigos..., estamos llamados a establecer con los demás relaciones distintas, relaciones auténticas, basadas en la justicia, en el respeto, en el perdón, en el amor. Estamos llamados a ser testigos del amor de Dios en el mundo, testigos de la resurrección, pescadores de hombres. Estamos llamados a poner la otra mejilla, a que nos llamen locos por lo que hacemos ,a que no nos entiendan, a amar hasta el que nos hace daño. Y esa es la más grande de las transformaciones, ya que se trata de que nos transformemos primero nosotros y lo demás vendrá por añadidura. A que pensemos primero en como puedo construir el Reino yo, y a dejar de criticar lo que el Vaticano no hace por los pobres. Solo desde aquí será posible esa Tierra y ese Cielo nuevo.


María Macías.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente es una riquesa enorme entneder que es necesaria la transformación de vida a este nivel que lo marcas, me agrada eso de transformarnos y no esperar a que sean los consagrados que lo hagan, no por el hecho de estar casados somos menos consagrados que ellos, que se yo, la riquesa esta y eso nos hace ya hijos de Dios, todos con la misma talla, con la misma medida, con el mismo amor, eso nos debe impulsar a la trasnformación: EL AMOR