jueves, 31 de mayo de 2007

Pilares de la Comunidad Amén (II)




3. ORACIÓN-CONTEMPLACIÓN.


“Como baja la lluvia y la nieve de los cielos, y no vuelven allí sin haber empapado y fecundado la tierra, y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer; así será la palabra que salga de mi boca. No volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo su misión”. Is 55, 10-11.

Desde el principio de la Comunidad, la oración, como disposición a escuchar la voluntad de Dios, ha sido fundamental para llegar a ser lo que hoy somos. Tras la experiencia vivida estos años, intuimos que el camino para llegar a una oración comunitaria viva, pasa por que todos los miembros tengan una oración personal profunda y vivificante. Hemos tenido ocasión de experimentar que sin una adecuada atención a la vida interior, tanto personal como comunitaria, corremos el riesgo de convertirnos en “funcionarios del cristianismo”, más que en testigos de la fe[1].

Creemos que esta atención de la vida interior incluye tanto la perseverancia y la constancia (incluso en momentos en los cuales orar parece un esfuerzo ciego), como la creatividad y el cuidado de los detalles, que pueden y deben hacer de la oración un espacio en el que se perciba la presencia de Dios. Que la oración ha de ser un momento de la vida de la Comunidad, en el que se pongan las mejores energías y saberes de que esta dispone, es una firme convicción para nosotros. Así como la necesidad de que sea abierta a todos y en la que se hacen presente todos. Es fundamental que cuando cada uno de nosotros busque un lugar en silencio para ponerse delante de Dios, sienta que con él o ella se sientan todos los demás, y que él o ella se ponen en oración con toda la Iglesia.

Como herramienta que responde a todas estas convicciones utilizamos la liturgia de las Horas, ligeramente adaptada a nuestra forma de ser (dejando que tengan cabida cantos, música y otras lecturas complementarias que le den una belleza aún mayor, y ofreciendo un espacio para compartir). Nos proponemos utilizar los laudes como inicio personal del día con Dios, dejando para el final del día (”nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”[2]), con las vísperas, el encuentro de la Comunidad frente al Padre.

Fundamental para la Comunidad es la Eucaristía. Es el culmen de toda oración, pues en ella la oración personal y la oración comunitaria se funden con la oración de la Iglesia, para ser ya, por la acción del Espíritu Santo, la oración del pueblo que camina hacia Dios y quiere unir su plegaria a la de Jesucristo, rogando y dando gracias al Padre.

La Eucaristía es para nosotros el sacramento de la unidad. La unidad de toda nuestra vida frente al Padre Dios, donde tomamos el agua viva que da sentido al compromiso, la oración, la familia, etc. La unidad de la vida comunitaria junto a Jesús, donde nos sentimos discípulos del Maestro y recordamos que no es nuestro el Reino que estamos construyendo, sino que es de aquel que nos llamó, de aquel que va delante de nosotros hacia Jerusalén. La unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo, donde la iglesia local, diocesana, universal, se descubre pueblo que pide, agradece, y celebra cantando la presencia de Dios en su historia, que se ha convertido en peregrinación hacia el Reino que ya está llegando.


[1] Carta pastoral de los obispos vascos “La oración cristiana hoy”. Pascua 1999.
[2] San Agustín. Confesiones II,10.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Pilares de la Comunidad Amén (I)


1. EL CARISMA. EL DON DE LA COMUNIDAD.
Una imagen por esculpir.

No es fácil en el momento actual saber cuál ha de ser el lugar que nos es propio, aquel desde el que esta Comunidad puede aportar lo que le es especifico, aquello por lo que el Espíritu ha suscitado su existencia. ¿Cuál es la necesidad sin respuesta que hemos sido llamados a cubrir?

Sin tener claro totalmente cual es el carisma recibido, sabiendo que siempre estará abierto a lo que Dios pida, y sin querer por tanto cerrar ahora su definición, no podemos, no obstante, dejar de advertir que ya hay respuestas (“lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo”[1]), ofrecidas comunitariamente al mundo y a la Iglesia. Respuestas que nos dan pistas acerca de cual pueda ser dicho carisma, pistas que son:

La vivencia de ser una comunidad significativa, que quiere testimoniar en el mundo y en la Iglesia una forma nueva, y a la vez enraizada en la historia, de vivir en común, siendo este un aspecto primordial y no accesorio para nosotros. No nos sentimos inventores de algo nuevo, sino más bien redescubridores de una manera de vivir que lleva dos mil años haciéndose presente en el mundo, pues somos plenamente conscientes de ser “hombres y mujeres precedidos”[2].
La presencia comunitaria en un barrio humilde de nuestra ciudad, aportando una alternativa laica consagrada dentro del mundo actual.
La vida parroquial, siendo esta el centro y la base de nuestra pertenencia a la Iglesia, aportando en ella una visión joven y esperanzada a una realidad envejecida y denostada por muchos.
La conciencia de pertenencia a la Diócesis y una sincera disponibilidad al Obispo, buscando su ayuda en el discernimiento de lo que Dios quiere de la Comunidad.
La opción comunitaria por vivir junto a los pobres, aportando un esfuerzo individual y colectivo en pro de la justicia.

Es por tanto nuestra presencia y lo que entendemos hoy nuestro carisma, esto es nuestro don para la Iglesia y el mundo, una alternativa urbana, laica, parroquial, diocesana y comprometida con la justicia.

Junto a esto que es lo fundamental, aparecen otros aspectos que también son importantes. La apertura a los demás intentando servir de enlace entre diversas realidades, es para nosotros algo casi instintivo. Intentamos tener siempre presente este objetivo, que se concreta en los encuentros con otras comunidades, con la gente de la parroquia, etc.

[1] “Lo que el hombre no puede comprender totalmente, puede, sin embargo, perfectamente hacerlo; y al hacerlo, alcanza conciencia de esta realidad viviente, que, para él, está todavía en la penumbra. Guardar la palabra de Dios significa ante todo, ponerla por obra”. M. Blondel. Histoire et Dogme, 79. Citado en Mysterium Salutis Vol I, Tomo II.
[2] “El cristiano es un hombre precedido. Con anterioridad a nosotros, muchas generaciones de fieles han reflexionado y vivido del Espíritu. Por consiguiente, intentaremos comprender la fe no como aventureros solitarios, sino acompañados por ellos”.Y. Congar. El Espíritu Santo. Herder, 1980.

domingo, 20 de mayo de 2007

Encuentro con la Comunidad Tierra Esperanza



Este fin de semana hemos estado de encuentro con la Comunidad Tierra Esperanza, en Aracena (Huelva). Después de dos años de intenso trabajo común vamos llegando a entender que somos cristianos con una forma muy parecida de entregarnos al Evangelio de Jesús, y que ambas comunidades están viviendo una comunión fuerte y muy hermosa. Tierra Esperanza es una comunidad formada por dos matrimonios (con 7 hijos en total) y tres solteros, que viven en Aracena desde hace 15 años. Desde aquí os invitamos a conocerlos: no es facil encontrar tanta sinceridad y entrega.

domingo, 13 de mayo de 2007

Retiros en Onuva











Hoy han terminado los retiros individuales de la Comunidad Amén. Los hemos hecho en la Comunidad del Anav, en la casa madre de Onuva, en Puebla del Río. Como siempre hemos encontrado allí una comunidad que vive en Cristo y con Cristo. Hemos reafirmado nuestra fe y le pedimos a Jesús que nos ayude a seguirle como él quiere.
Esta Comunidad Anav-Onuva es un regalo para el mundo, no os la perdáis.
http://www.comunidadanav-onuva.com/


Amén.









viernes, 4 de mayo de 2007

Esperando al Espíritu


Tiempo este de Pascua para las contradicciones. Esperamos que algo venga a sacarnos de este seguimiento tibio, de este volver a las tareas de antes de conocer a Jesús. Esperamos qué Él venga a demostrarnos que ha resucitado.

Es el tiempo de pedir que el Espíritu nos inunde, y de celebrar su presencia en aquellos que ya se sienten tomados por Él.

En espera de Pentecostés seguimos trabajando duro, con dudas de si no estaremos esforzándonos en vano.